viernes, 14 de mayo de 2010

Amor Infantil: Capítulo uno

Cuando Mónica tomó el celular que había quedado por olvido en el coche, no hizo más que confirmar lo que sospechaba y lo que alguna que otra vez sus amigas les dejaban entrever, allí la historia de amor moría, tras languidecer un tiempo considerable como si fuera un enfermo terminal.

Todo en realidad había comenzado como una historia de hadas cuyo príncipe azul se convertiría en sapo al final de la misma o bien, un villano de aquellos tiempos del Mago de OZ, ella tenía 13 años y él 16, cuando lo vio por primera vez en el Club San Martín supo que ese muchacho sería de ella y que eso no era otra cosa que amor. Un amor puro como sólo existe en la más pura ficción.

Nuestra protagonista si bien no aclara o da detalles exactos del inicio de su amorío, tampoco revela la identidad del susodicho, ni siquiera nombre de pila, sobre la relación en esa etapa al menos para ella –de infancia preadolescencia-, dice: “A comienzos de mis 13 años me enamoré perdidamente de un chico en la Colonia de Vacaciones del Club San Martín”.

Pasó poco tiempo y los adolescentes formalizaron el idilio, “éramos amigos y fuimos noviecitos, yo lo amé desde ese momento pero parece que él no…jajaja”, escribe una sonrisa irónica Mónica en su e-mail enviado a radiohistoriasdeamor@gmail.com.

Y estaba en lo cierto, quizás no supo si en aquel entonces el muchacho la amaba o no, pero tuvo que averiguarlo más de dos décadas después, sí, tras 22 años volvieron a verses las caras pero en otro club, en otros cuerpos que ya denunciaban el paso de la adolescencia y la consolidación de la adultez y también los fracasos y derrotas que cada uno cargaba en las alforjas de sus respectivas vidas.

“El rápidamente había cambiado de novia”, relata Mónica en la última parte del noviazgo de aquellos años en el Club San Martín, sin embargo aclara: “Después lo seguí viendo, seguí observando su vida en silencio porque él siempre fue mi amor”.
Y a pesar de esa declaración de eterno amor y en este caso inconcluso porque sólo fue una llovizna en ese verano de la Colonia de Vacaciones en el Club San Martín, lo mejor estaba por venir para Móni.

Ambos se habían casado y tuvieron sus respectivas familias, pero amigos, como dice aquella vieja canción de Moris, “EL AMOR ES MÁS FUERTE” o lo es ¿el capricho camuflado de amor?. Eso no lo sabemos y al menos hoy, no lo averiguaremos.
“Después de 22 años de no vernos por diferentes circunstancias de la vida nos reencontrados hace dos en un club muy conocido, lo saludé y el me saludó y nos pusimos a contar cosas de nuestras vidas y ahí me enteré que estaba separado hacía 6 años”, cuenta Mónica.

Y como dice un viejo refrán, EL DIABLO METIÓ LA COLA en estos tortolitos que con los años guardaron en un rincón de su ser, aquellas ganas acumuladas en una adolescencia, deseos que nunca fueron arrojados al cesto de basura del olvido. “Nos dimos los números de celular como amigos que fuimos y comenzamos a conversar por Chat y por celular de nuestras vidas pasadas, y así él fue entrando a mi vida sin darme cuenta mi amor empezó nuevamente aflorar”.

Acá viene el núcleo de este cuento cuando Mónica rompe con una relación que tenía en ese momento, es decir, la chica se lanza a la mar como un naufrago a bordo de una rudimentaria balsa sin saber si llegará a salvo a puerto, pero eso no importa, porque nuestra protagonista estaba realmente enamorada y había tomado la decisión de navegar a ciegas en aguas que podrían ser peligrosas.

“Me separé para vivir este amor, tan lindo e inocente, puro que había crecido día a día. Estuvimos juntos un año y medio y viví lo mejor de mi vida porque era amor verdadero, sólo había un problema –dice nuestra muchacha- ése hombre que amé ya no era un niño”.

Mónica al cabo de esos dieciocho meses de amor empezó a ver que se metía en una feroz tormenta y su balsa rudimentaria hacía agua por todos lados. “Cuando lo conocí ya era un hombre que no media ni tenia escrúpulos, porque hacia a las mujeres lo que me hizo a mi, las ilusionaba, las enamoraba, mientras que el andaba, con dos o más a la vez. Por suerte Dios me demostró lo que era él”.

El fin estaba cerca para la protagonista de este amor infantil que rompió las barreras de los años, Moni con la ayuda del más poderoso (Dios) develó el misterio que la aquejaba. “Un día dejó su celular en mi auto y ahí salió todo a la luz”, cuenta y afirma segura que esa casualidad fue divina, ayudada por la santa providencia.

Al encontrar los mensajes de la otra, nunca supo si era su ex esposa o una nueva conquista, puso al descubierto sin embargo la trama de una doble cara por parte del muchacho. “Me comunique con la novia, señora o lo que era en ese momento y me contó que era su chica, el mismo tiempo, el mismo año en que yo empecé mi historia con él. Estuvimos un año y medio y con la otra también, la misma fecha o sea tenia dos mujeres y ahí la historia terminó. Colorín colorado, este hombre esta acabado y olvidado”.