viernes, 6 de agosto de 2010

La verdad sobre las sospechas siempre llega

Al saltar la ventana del frente que daba hacia la avenida Del Maestro no pensó ni por un instante que lo que estaba cometiendo no era una locura de enamorado despechado, sino un delito, violación de propiedad privada, al menos no se llevo nada de Hilda. Sí con mucha dedicación se encargó de no dejarle prenda alguna sana, todas y cada una quedaron reducidas a hilachas.

“Siempre fue muy celoso a pesar de que el me engañaba constantemente, hasta con una amiga mía tuvo algo y mucho después de que cortamos me enteré que la encaró a mi prima también”, se anima a contar la chica varios años después de aquella mañana cuando regresó a su casa y al ver reventada la cerradura de la ventana, pensó que eran ladrones.

Pero no, era Alfredo que a plena luz del día y tras varias semanas de no saber nada de el, después de haber tenido una fuerte discusión donde las manos no sobraron, supo que lo de la ventana no era labor de los cacos: “Mi mamá se puso como loca, encima que nunca lo quiso cuando entramos y vimos toda mi ropa desparramada por toda la casa y en la pieza un desastre, mientras yo lloraba mi vieja llamaba a la policía, yo no sabía si pararla o dejarla porque tenía mucha bronca por lo que hizo, no lo podía creer”, sigue en la semblanza Hilda.

Con ‘Alfred’, así lo llamaba ella, se habían cruzado miles de veces en el barrio 215 viviendas de las Mil y siempre las miradas insinuadoras iban y venían. “Yo trabajaba en una hamburguesería un par de veces a la semana y el apareció una noche a comprar”.

Así empezó todo, un poco más de dos años y la relación que siempre fue cuesta abajo por espasmódicos celos del muchacho, terminó como debía terminar. “La verdad que ahora me acuerdo y me da risa, pero en su momento fue todo un tema, ir a hacer la denuncia a la comisaría y que vengan los policías a mi casa me hizo sentir como un delincuente a mi, tenía mucha vergüenza”, dice Hilda.

En tanto, el despechado de Alfredo fue citado a la semana y tuvo que ir a declarar con un abogado en la dependencia policial, no pasó nada pero llevo el letrado por las dudas, Hilda sigue viviendo al igual que ‘Alfred’ en el mismo barrio; “de vez en cuando nos cruzamos, yo ya tengo dos chicos, una nena y un nene, estoy casada y bien, él creo que sigue en la misma. Levantándose minas por todos lados”, cuenta el presente.

Y suelta una revelación, “nunca se lo dije pero el estaba muy celoso de un muchacho que repartía soda por acá (el barrio) y la verdad que nunca se lo dije pero como pasó tanto tiempo ahora sí; estaba bien en lo cierto, yo tuve un toque con el vago”.

Hilda termina su carta a radiohistoriasdeamor@gmail.com pidiendo la canción “Loco tu forma de ser” de los Auténticos Decadentes y una risa a flor de escritura, jajaja.-

viernes, 30 de julio de 2010

Romances turbulentos de la historia Argentina

Tal vez no sea LA HISTORIA DE AMOR” que todos esperamos, pero lo que más me marcó de cuánto he leído sobre Mariano Moreno, fueron las cartas que su esposa le enviaba desde Buenos Aires, cuando él ya llevaba varios meses muerto. La devoción, las palabras simples pero que reflejan claramente cuánto lo amaba me resultan romantiquísimas, no encuentro otra palabra que mejor las caracterice.

La familia Moreno siempre tuvo dificultades económicas como para garantizar la educación de su hijo mayor, por lo que el aprendizaje de Mariano siempre fue tardío, agravado por una salud bastante precaria. No obstante, por su capacidad nata siempre puedo sobresalir entre los estudiantes y eso le valieron que pudiera entablar amistad con un profesor de Teología y sacerdote del Colegio San Carlos, el padre Cayetano Rodríguez, donde asistía en forma de oyente porque los padres no habían podido pagar los 100 pesos que se exigía para tomarlo pupilo, como solía ocurrir con los hijos de las principales familias de Buenos Aires.

La necesidad de progreso llevaba a que en el 1800 fuera común que muchos padres optaran por encaminar a su hijo hacia el sacerdocio, pero para eso también hacía falta dinero, y ese fue el camino que eligió Mariano para complacer a sus padres y para forjarse un futuro. No obstante, las dificultades económicas, fue Cayetano Rodríguez quien consiguió los fondos y finalmente a los 21 años partió a estudiar a la Universidad de Chuquisaca (actual Sucre, en Bolivia).

Fue allí, durante una misa a la que asistía, donde se cruzó con una jovencita proveniente de Charcas, “con cara de ángel, ojos saltones, morocha”1. Se llamaba María Guadalupe Cuenca y tenía 13 años de edad; era pupila de un colegio religioso donde se educaba, al igual que Moreno, para servir a Dios en forma exclusiva. Guadalupe estaba destinada por su madre a ser monja, dado que su padre había fallecido y no contaba con dinero ni bienes, y mucho menos una dote, como para hacer un buen casamiento.

Fue en ese momento que Mariano Moreno decidió dejar a un lado el sueño de sus padres, dedicarse a la abogacía y casarse con la joven. Al enterarse de esta noticias los padres mandaron a decirle a través de Cayetano Rodríguez que “si iba a ser abogado en vez de sacerdote, podía quedarse en el Alto Perú de por vida y no regresar”2. En tanto, Manuela Cuenca, madre de la novia, vio con desespero cómo su sueño de que Guadalupe tuviera una vida casta en el monasterio, se esfumaba. “Su niña no sólo abandonaba su destino, sino que pretendía casarse con un mocoso porteño que no tenía un centavo y que aún debía hacer el doctorado”3.

Finalmente intercedió el canónigo Terrazas, uno de los protectores de Moreno y amigo de Cayetano Rodríguez, el joven se recibe de Abogado el 23 de febrero de 1804 casi tres meses después los novios pudieron casarse en Chuquisaca el 20 de mayo. Un año después, en marzo de 1805 nace su único hijo Marianito.

Una causa judicial en la que Moreno defendió a indios contra sus patrones hizo tambalear las posibilidades profesionales y fue el detonante que aceleró la partida del matrimonio hacia Buenos Aires, donde finalmente se instalaron, y donde la vida del letrado comenzó a cambiar radicalmente.

Según comentan algunos historiadores a los Moreno no les entusiasmaban las tertulias y la actividad social. Los hechos de mayo de 1810 no lo tuvieron como protagonista. “No se lo escuchó como a Castelli en el famoso Cabildo del 22, ni anduvo por la plaza con los chisperos de French y Beruti. Su protagonismo comenzó el 25 de mayo de 1810, al asumir las Secretarías de Guerra y Gobierno de la Primera Junta. Desde allí desplegará toda su actividad revolucionaria”4.

Moreno encarnaba el ideario de los sectores que propiciaban algo más que un cambio administrativo. “Se proponían cambios económicos y sociales más profundos. Pensaba que la revolución debía controlarse desde Buenos Aires, porque el interior seguía en manos de los sectores más conservadores vinculados al poder anterior”5.

Fue justamente su posición respecto de la aplicación de la revolución lo que le valieron amenazas de muerte; dado que había decretado ejecuciones, había lanzado amenazas y hasta había ordenado persecuciones a los que se identificaban con los realistas. “Cuando la jornada de trabajo se extendía hasta muy tarde, Mariano Moreno se colocaba una sotana de fraile dominico, más dos pistolas en la cintura, y disfrazado regresaba a su casa, a cuatro cuadras del fuerte”6.

Fueron conocidas sus diferencias con Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta, y cuando éste último logró la incorporación de los diputados que representaban a las provincias y que tenían una posición más moderada, Moreno se vio obligado a salir del escenario principal. Según señalan, se le dio una salida digna mediante un decreto navideño, firmado el 25 de diciembre de 1810, donde se le indica que debía partir a Europa en misión diplomática, a fin de establecer los contactos que permitieron equipar al incipiente ejército nacional.

Así, el 22 de enero de 1811 parte junto a su hermano Manuel Moreno hacia Londres. Pero en el camino muere en alta mar y sus restos son arrojados al mar envueltos en una bandera inglesa.

Al poco tiempo de partir hacia su destino londinense, Guadalupe, que había recibido en una encomienda anónima un abanico de luto, un velo y un par de guantes negros, comenzó a escribirle decenas de cartas a su esposo.

En una de ellas le decía: "Moreno, si no te perjudicas, procura venirte lo más pronto que puedas o hacerme llevar porque sin vos no puedo vivir. No tengo gusto para nada de considerar que estés enfermo o triste sin tener tu mujer y tu hijo que te consuelen; ¿o quizás ya habrás encontrado alguna inglesa que ocupe mi lugar? No hagas eso Moreno, cuando te tiente alguna inglesa acuérdate que tienes una mujer fiel a quien ofendes después de Dios". La carta estaba fechada el 14 de marzo de 1811, y como las otras, nunca llegó a destino. Mariano Moreno había muerto hacía diez días, tras ingerir una sospechosa medicina suministrada por el capitán del barco.

Guadalupe le siguió escribiendo sus fogosas cartas7. “Mi amado Moreno de mi corazón: Me alegraré que lo pases bien en compañía de Manuel, nosotras quedamos buenas y nuestro Marianito un poco mejorado, gracias a Dios. Te escribí con fecha 10 o 11 de éste, pero con todo vuelvo a escribirte porque no tengo días más bien empleado que el día que paso escribiéndote y quisiera tener talento y expresiones para poderte decir cuánto siente mi corazón. Ay Moreno de mi vida, qué trabajo me cuesta vivir sin vos, todo lo que hago me parece mal hecho, hasta ahora mis pocas salidas se reducen a lo de tu madre. No he pagado visita ninguna, las gentes, la casa, todo me parece triste, no tengo gusto para nada, van a hacer tres meses que te fuiste pero ya me parecen tres años”.

“No ceso de encomendarte para que te conserven su Gracia y nos vuelva a unir cuanto antes porque ya vos me conocés que no soy gente sino estando a tu lado. Solo Dios sabe la impresión y pesadumbre tan grande que me ha causado tu separación, porque aún cuando me prevenías que pudiera ofrecérsete algún viaje, me parecía que nunca había de llegar este caso. Al principio me pareció un sueño y ahora me parece la misma muerte y la hubiera sufrido gustosa con tal de que no te vayas”.

“Ya te puedes hacer cargo cómo estaré sin saber de vos en tantos meses, que cada uno me parece un año, cada día te extraño más, todas las noches sueño con vos. Ah, mi querido Moreno, cuántas veces sueño que te tengo abrazado, pero luego me despierto y me hallo sola en mi triste cama, la riego con mis lágrimas, de verme sola, y que no sólo no te tengo a mi lado sino que no sé si te volveré a ver, y quién sabe si mientras esta ausencia, no nos moriremos alguno de los dos, pero en caso de que llegue la hora sea a mí Dios mío, y no a mi Moreno, pero Dios no lo permita que muramos sin volvernos a ver”.

Sin embargo, esa pesadilla tan temida ya había ocurrido mucho antes que ella las escribiera en sus cartas. Guadalupe tenía 21 años cuando quedó viuda. Se enteró de la trágica noticia varios meses después, cuando Saavedra lanzó su célebre frase: "Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego". Los boticarios de la época solían describir los síntomas producidos por la ingesta de arsénico como a un fuego que quema las entrañas8.

La joven viuda no regresó a Chuquisaca, se mantuvo de luto durante 43 años hasta que falleció en Buenos Aires.

P/D: Gracias a Mariela por haber enviado este texto en base a varios libros del historiador Daniel Balmaceda, entrevistado en 'historias de amor en la radio', días antes al 25 de mayo de 2010.-

http://radiohistoriasdeamor.blogspot.com/2010/05/amores-historicos-en-el-bicentenario.html

sábado, 24 de julio de 2010

La despedida, ¿alguien la vio partir?

La esquina de las calles Hipólito Irigoyen y Córdoba se le habían clavado en la memoria, como esas fotos que nunca se olvidan, aunque si bien con el paso del tiempo la instantánea de Gisela yéndose en el remis cada vez se hacía más difusa, más lejana, más nostálgica.

“Les escribo para contarles algo que me pasó hace ya muchos años”, dice Arnaldo para remontarse a 1999, septiembre de aquel convulsionado año para Corrientes, cursaba el tercer año de medicina y a su Lima (Perú) natal ya se había acostumbrado a verla una vez al año, justamente para las celebraciones de navidad y año nuevo.

El resto del tiempo, desde febrero, vivía en la capital de esta provincia imbuido en libros, rodeado de amigos y compañeras de estudio cuya disciplina al momento de entrarle a los textos, hubiese despertado admiración en un soldado profesional.

Nuestro protagonista de hoy se enamoró perdidamente de una misionera oriunda de Eldorado, ella tenía una vida muy opuesta a la Arnaldo: “Nos vimos en una fiesta que se hizo en la pensión de un amigo por la calle San Martín frente a un templo israelí que hay ahí y desde el primer momento que la vi me gustó, pero ella estaba con otro chico que después me enteré que en realidad no era el novio, una especie de toque como le dicen ahora”.

En el encuentro que se extendió hasta bien entrada la mañana siguiente y regado profusamente con cerveza, vino y algunas que otras empanadas rezagadas de las primeras tandas servidas, Arnaldo empezó a preguntar por la chica de cabello oscuro profundo y piel blanca como la nieve. “Supe entonces que ella no estaba haciendo nada, no estudiaba ni trabajaba y lo primero que me dijeron fue que estaba un poco loca, que tenía adicciones a las drogas y que vivía de joda”.

Claro que esto al estudiante aplicado de medicina lejos de espantarlo, encendió mucho más sus ganas de conocerla a Gisela y allí fue; “me acuerdo que ella estaba bailando con una jarra de plástico que tenía vino y me acerqué para pedirle que me sirviera y aproveché para decirle que en la cocina la estaban buscando, como estaba muy oscuro y la música bien fuerte, todos estaban en otra, ella cuando se fue a ver quién la buscaba yo la seguí, fue muy chistoso”.

A pesar de la algarabía de la fiesta y del alcohol en sangre que tenía la chica, en esa velada no pasó nada y Armaldo, persuadido por las garras de vino bebidas, regresó a su departamento que lo compartía con otro estudiante de medicina oriundo de San Cosme.

“Cuando la volví a ver fue en el departamento donde ella vivía con una amiga de Misiones que salía con el chico que compartía conmigo el departamento, una noche caímos después de salir del Santo –pub céntrico-, tocamos el portero y subimos. Ella estaba muy hermosa, con una calza corta, una remera, descalza y el cabello suelto”.

Pero Gisel no solamente brillaba en el sofá donde estaba desparramada cuando los muchachos llegaron, los efectos de la marihuana que fumaba junto a su compañera de vivienda, la tenían de un lado a otro con cavilaciones un tanto extrañas y risas de nunca acabar provocadas sin sentido o chiste alguno.

“Esa noche nos fuimos a la cama y pasó lo que tenía que pasar, yo también fumé un poco del porro y al otro día la resaca fue terrible, nunca voy a olvidar esa noche en ese departamento de la calle Córdoba a media cuadra de Irigoyen, así empezamos a vernos. Primero medio a escondidas y después ya nuestros círculos íntimos nos tenían como novios”, cuanta el ahora médico.

Fueron exactamente siete meses de un amor fugaz que pasaba más tiempo en la cama y vivía mucho más de noche que de día, Arnaldo perdió dos materias, salió mal en una anual y en una semestral; “fueron las únicas veces que reprobé exámenes”, dice y no es para menos, su cuerpo y mente estaban muy lejos de las ciencias médicas.

“Ella tenía muchos problemas económicos, la madre empezó a decirle que no le podía mandar más dinero y que las cosas en la despensa que tenían en su casa de Eldorado, no iban bien. Pasó el tiempo y ella siguió en la misma, no trató de conseguir un trabajo ni de estudiar una carrera corta para que la madre al menos la banque un par de años, en septiembre se fue”.

Arnaldo recuerda que fue un mediodía de septiembre de 1999 pero la fecha exacta en la actualidad se perdió en los años pasados, sólo la mirada con lágrimas de Gisel levantando su mano tras la luneta del remis que la depositó en la Terminal de Ómnibus, ésa fue la última vez que la vio y en ese preciso instante de un local de ropas ubicado casi en la esquina de Córdoba e Irigoyen, salía la voz de Diego Torres cantando ‘Alguien la vio partir’: “Fue muy loco porque parecía como esas escenas de novelas”, contó en el epílogo de su carta a radiohistoriasdeamor@gmail.com

P/D: Arnaldo trabaja actualmente como médico clínico en el Hospital público de Posadas (Misiones)

viernes, 16 de julio de 2010

Cambio de hábitos

Dicen que la pasión es una ruina y que se termina cuando el vendaval de la cotidianidad lo arrasa, Fabiana tenía una de esas vidas tranquilas, construida en el día a día, hasta que lo conoció a Fernando y las cosas cambiaron para siempre.

Derrumbo los muros de su noviazgo de nueve años y decidió pasar a la clandestinidad, sí, a las sombras, porque él es casado y padre de familia, pero ella confía en que todo cambie.

“Nos conocimos en un viaje del trabajo hace algún tiempo atrás”, cuenta la joven que se animó a develar sus vivencias a radiohistoriasdeamor@gmail.com y no precisa fechas, durante su relato se nota un dejo sufrimiento.

En aquel viaje a Gobernador Virasoro, ambos protagonistas de esta historia compartieron asientos, uno al lado del otro, las cuatro horas que separan nuestra capital de la localidad hicieron que la charla bandeara desde miradas insidiosas, chistes cargados en doble sentido y libido a flor de piel, en especial del lado de Fernando.

“Yo no le di mucha bola en un comienzo, era un compañero más de trabajo pero la verdad que me miraba de una forma muy especial, enseguida me di cuenta que yo le gustaba y la verdad que había algo en él que también me atraía”, dice Fabiana.

No tuvo que esperar mucho tiempo para darse cuenta que era del agrado de su compañero laboral, “entre risas y chistes el me dijo que yo le gustaba pero yo lo frené al toque”, afirma la chica que en ese momento utilizó la diferencia de edad como excusa para sortear el cortejo de su compañero.

No era para menos, así lo expone: “Tiene casi veinte años de diferencia, en realidad unos 17 más que yo y a pesar de que el tiene la vida hecha y yo no, confío en que todo cambie”.

Fabiana dio un vuelco en su existencia, se separó de su novio de nueve años y convivencia incluida, para irse a alquilar un departamento donde mantiene furtivos encuentros con Fernando.

“Hace seis meses que estamos juntos y nos pasó de todo, muchas adversidades”, cuenta sin dar detalles que son imaginables en una relación oculta; mentiras, falsedad de lugares donde estuvieron ambos y escondites permanentes.

Fabiana reconoce que se lanzó a la mar y que está dispuesta a enfrentar las peores mareas y lo explica: “Me siento protegida y amada por él y sé las limitaciones que tenemos pero mantengo las esperanzas que en un futuro podamos estar juntos para siempre, sien escondernos”.

Afirma que el anhelo radica en Fernando que “alimenta” todos los días esas expectativas y nuestra protagonista abre el interrogante, “el tiempo dirá”.-

jueves, 1 de julio de 2010

Cómo entender cuando él se fue…

Un par de pocillos volaron desde un piso doce en un edificio de Rosario, Osvaldo acababa de mostrarle a su ex, un tal Nico, la novela terminada, una historia que hablaba justamente de la relación de ambos que había dejado de existir.

Osvaldo viajó de Capital Federal a Rosario “para que la leas”, le dijo a su antiguo amor, hasta que al dpto llegó otro pibe que era el actual de Nico: “Váyanse a la mierda, muéranse los dos”, lanzó Osvaldo en el mismo instante en que hacía tomar vuelo a “dos pocillos que habíamos comprado cuando estábamos juntos”.

Cómo entender cuando él se fue, por qué, qué cosas se hicieron o se dejaron de hacer para que la persona que llevaba seis años con vos, se vaya, así como así, un día se levante y se mande a mudar en el absoluto sentido literal de la palabra.

“La historia original comenzó en 1989 y siguió hasta 1995”, cuenta Osvaldo para luego desmenuzar una especie de vía crucis que hizo camino a ese calvario llamado desamor, el escenario fue la ciudad de Rosario y Nico, su pareja con quien compartió seis años de su vida.

Tras las separación y con la sugerencia de un terapeuta, Osvaldo profundizó en la escritura de su relación que aún lo perseguía por las noches y días de su existencia, “empecé a escribir de cómo nos habíamos conocido y cómo fue todo eso, había hablado con él antes y le dije que esta ciudad (Rosario) era muy chica para los dos y el me dijo: y bueno, andate”.

Así llega nuestro protagonista de este capítulo número ocho de Historias de Amor en la Radio, a la ciudad de Buenos Aires, “hice lo que todo el mundo haría, lloré durante dos años y así fue como llegue al psicólogo que en realidad lo que yo quería que haga era que lo haga volver a él”.

Pero la psicología por más Frued que aplique “cuando te dejan, te dejan”, dice Osvaldo y reitera que la paso mal; desde seguirlo a Nico a sol y a sombra, llamar para escuchar su voz y sollozar al otro lado de la línea, preparar encuentros casuales y eternas guardias frente al portal del edificio donde vivía Nico.

“Lo que me dijo el psicólogo es que cuando yo escribía y se lo mostraba, le causaba gracia porque lo hacía en chiste, en cambio cuando hablaba en serio del tema me largaba a llorar. Entonces me dijo que como algo terapéutico a el no le servía pero a mi sí, porque era una forma de tomarme en gracia lo que me había pasado y de esa forma empecé a escribir y a darme cuenta que estaba escribiendo una novela que me divertía mucho”.

De esa manera fueron pasando los años y el tiempo, ese maldito juez implacable que tantas veces nos hace olvidar con facilidad y en otras se empecina en mantener vivo el pasado. “Estaba trabajando en el diario Perfil y en el ’98 cuando cierra me quede sin trabajo como todos los que estábamos allí, había una impresora con mucho papel así que empecé a imprimir parte de la novela y se la entregué a muchos amigos”, cuenta.

Después, con el okay de los allegados, esos bocetos tuvieron como destino final la editorial y se convirtieron en libro, en una fabulosa historia de amor. “Yo creo que el libro se sigue reeditando porque presenta una versión no dramática de una historia homosexual, con paisajes y lugares de Rosario; por ejemplo ir a comer asado a la avenida tradicional donde están las parrillas, pedalear los domingos en el Parque Independencia y mirar los barcos desde el monumento a la bandera”.

Pasaron quince años de aquella despedida que nunca fue “y entendí por qué él se fue, entendí en qué etapa de mi vida estaba y en que etapa estaba él, y ahora tengo una relación de once años”, dice Osvaldo y mantiene ese tono afable y buena onda que lo caracteriza.

Aquella vez que los pocillos se convirtieron en objetos voladores hasta estrellarse contra el asfalto, fue la última vez que Osvaldo intentó hacer volver a Nico, fue la última vez que alimentó vanamente una esperanza que se resistía a sostener que todo había muerto y que en ese fuego ya no había más ni brasas, ni cenizas.

A Osvaldo Bazán, autor de “Y un día Nico se fue…” muchas gracias.-

viernes, 25 de junio de 2010

A primera vista la mirada lo dice todo

En Retiro como casi siempre había transeúntes, personas que parecieran ser refugiados en caravana peregrinando hacia un lugar más seguro, hacia una tierra prometida de sueños y de paz. Pero la Terminal porteña abrigaba para Alicia una extraña revelación, ésas que todos sabemos pero que muy pocos la experimentan, ocurrió mientras ella jugaba con una cucharita revolviendo el café que le acababan de servir.

“Yo volvía de Mar del Plata después de unas vacaciones y en realidad no teníamos mucho tiempo, pero cuando lo vi, fue zácate: Es el hombre de mi vida”, cuenta Alicia recordando la situación que ya lleva varios años atrás, casi diez estimativamente.

Con César se conoció por medio del Chat de Terra.com y le pareció un tipo interesante, médico y divorciado, de Capital Federal, la relación vía Internet fue creciendo lentamente y de manera segura.

“Hablábamos de muchas cosas, interesantes y en la mayoría coincidíamos –y aclara- no había segundas intenciones”. Sin embargo el hecho de conocerse físicamente siempre estaba latente hasta que finalmente se dio, un encuentro breve, pero lleno de matices.

“Cuando tenía que regresar a Corrientes de mis vacaciones acordamos encontrarnos en Retiro, yo tenía una hora de espera hasta que salga mi micro, al verlo podría decirse que fue un flechazo total, el era de apariencia normal, como cualquier tipo, bien vestido y de mirada agradable”.

De esa forma Alicia rememoró su encuentro con César en su e-mail enviado a radiohistoriasdeamor@gmail.com, “la sensación fue indescriptible, nunca me había pasado y además fue totalmente inesperado, no paso nada (refiere a intimar), la pasamos súper bien pero los dos estábamos como cohibidos”.

Como dice el viejo refrán, la primera impresión es lo que cuenta, y en las retinas de Alicia, César marcó a fuego esa máxima, tuvo que pasar un cierto tiempo para que ella piense en realidad qué le había pasado en el preciso instante que divisó a César en aquel café de Retiro.

“Llego mi colectivo y regresé a Corrientes, mi cabeza iba a mil, pensaba muchas cosas y todas juntas, seguimos chateando y hablándonos por teléfono”.

Meses después, “para las fiestas de fin de año, entre una de las dos”, cuenta nuestra protagonista, volvió a la Capital Federal. Pero esta vez sería para sellar su amor con César, la suerte de ambos en esta historia, estaba echada.

“Me tome un avión y el había sacado los ticket para ver a Charly García en el Luna Park”.

El gran zar del rock argentino seria el corolario de nuestra historia de amor, “presentaba Rock and roll, yo, espectacular el recital (ver En el recital...)”, recuerda Alicia.

Con esa visita a la capital de nuestro país, sumado al gran show de García, la cuestión entre los dos personajes de esta historia, quedó sellada. “Fue una relación corta pero intensa, lo principal era que había mucho feeling, entendimiento, no prosperó por motivos que en realidad ahora no interesan, me quedo con lo del principio”, afirma Alicia y vuelve sobre el inicio, aquella vez en ese café de la estación Terminal de Retiro: “Lo que siempre me voy a acordar es cuando levante la vista y lo vi”.-

viernes, 18 de junio de 2010

Cuando la debilidad de la carne se confunde con el amor

Arreciaba el verano de diciembre de 2006 y Corrientes era un hervidero de estudiantes que iban y venían por la entonces ‘Recoleta Correntina’, María y Enrique eran uno de los tantos que en la tórrida velada buscaban ese amor que los despabile.

Para María habría de ser el punto de inflexión que hasta hoy la exaspera, le quita el sueño y la desgarra hasta lo más profundo de sus entrañas.

- Yo bailo con vos, le dijo a María un veinteañero bien parecido, rubio, corpulento, mientras se quitaba transpiración de la cara.

Empezaba el desconcierto de nuestra protagonista que un rato antes había visto y mirado a los ojos a Enrique, aunque en ése instante no sabía su nombre, solamente se habían intercambiado miradas furtivas

Así, antes de ingresar al boliche, María sólo se aprontaba a pasar una noche más de fin de año con sus amigas, si bien abrigaba esa esperanza de encontrarse con algún que otro muchacho que le gustara, no estaba preparada para tal sorpresa. “Viste cómo te miro el rubio”, le advirtió una de sus compañeras mientras caminaban hacia el local nocturno.

Todo ocurrió velozmente, desde ese cruce de miradas con Enrique que caminaba sin remera, cabello mojado y ojos celestes, “no podía dejar de pensar quién sería, tenía el cuerpo todo torneado”, cuenta en su e-mail enviado a radiohistoriasdeamor@gmail.com.

La historia había cambiado para la chica, estaba ante un verdadero cazador de ninfas que demoró en conquistar a María lo que dura un estornudo. “Empezamos a bailar, el se presentó, me dijo su nombre y después yo le dije el mío, para eso ya me había olvidado de las chicas y encima con lo que me dijo”, cuenta María.

- Me vas a dar un beso, disparó el muchacho de buen porte sin que se le corriera un gramo de vergüenza.

María estaba desconcertada ante tamaño avance, nunca le había pasado y eso le encantaba, la seducía hasta los huesos que Enrique tuviera el control total de la situación.

Tras el “dulce beso” ambos salieron del boliche tomados de la mano. “El me dijo que a las cinco de la mañana tenía que cruzarse a Resistencia y que si le podía hacer el aguante, sino, el se dormiría. Fuimos a su casa que estaba cerca del centro, caminamos tomados de la mano hasta llegar a su departamento”, recuerda nuestra chica.

Una vez adentro las ropas planearon como gaviotas en la playa, los besos se tornaron feroces, la respiración acelerada, las manos unos grilletes y los cuerpos, verdaderas máquinas de guerra en una sinfonía descontrolada por ver quién poseía a quién, en la cama de Enrique se consumaba el hecho.

Esa madrugada cambiaría la existencia de María, su amado, no era un pibe cualquiera, era un fanático de la libertad y eso estaba por verse.

“Creo que esa noche nos divertimos y gozamos como nunca antes”, afirma María y sigue en el relato de aquella madrugada que iba dejando lugar al amanecer, “el tiempo es tirano y el tenía que irse a Resistencia, antes de despedirnos me dijo que nos volveríamos a ver”.

Con el sol bien arriba, María emprendió el regreso a su domicilio todavía con el gusto de su amante en cada esquina de su cuerpo, no podía dejar de cavilar en Enrique y sus proezas amatorias. Mientras lo hacía y caminaba casi en el aire, vio que en su celular el muchacho de sus sueños hechos realidad, anotó su número de teléfono, en un instante María lo agendo.

Así pasaron unos días hasta que las ganas vencieron al miedo y envió un mensaje a Enrique, al instante contestó con una llamada, le dijo para verse y el tiempo trascurrido fue de tres meses, para María ese lapso “era como si nos hubiésemos conocido de toda la vida” y sobre todo con lo que él le decía.

- Vos no sos mi novia, sos mi mujer.

Ella subyugaba ante esas declaraciones, sin embargo y al cabo de esos 90 días, la relación empezaba a irse por la banquina. “Estábamos bien dos semanas y mal otras dos”, cuenta nuestra chica.

“El famoso te quiero pero necesito un tiempo a solas, me decía y es como que todo se tornó una rutina, siempre era como que nos separábamos pero pasaba un tiempo y volvíamos, él empezó a salir con otras minas, yo lo sabía pero lo perdonaba o hacía como que no me daba cuenta, el adiós definitivo nunca llegaba”.

María recuerda una frase de Enrique que se le metió en el cuerpo como una daga bajo el pulmón; “vos necesitas mucho amor, y yo no tengo tanto para dar, me conoces, yo siempre vuelvo”. Y pasaron seis meses en que la chica lloraba por esa partida aunque sabía que Enrique regresaría, lo que a ella le perturbaba era no poder quitárselo de la mente y del cuerpo, de los bajos instintos.

¿Obsesión, locura? María todavía no lo sabe y dice: “Después de esa separación de seis meses el inició una relación formal con otra chica, igual después de un tiempo de eso, nos seguimos viendo hasta que dejamos de nuevo de vernos. Al tiempo me enteré que se separó y volvimos a encontrarnos aunque el no me contó que estaba solo, a mi no me importaba, pensé que capaz sufrió por esa pérdida”.

“Esta historia todavía no tiene un final –afirma la protagonista- ninguno la termina, ninguno toma decisiones, tal vez pase una semana o dos y nunca más volvamos a vernos, a hablar, a tener noticias uno del otro, pero tal vez muramos juntos.

Así le solía decir Enrique en los buenos momentos.-

P/D: Lo único modificado de esta historia son los nombres de los protagonistas por expreso pedido de uno de ellos.

viernes, 11 de junio de 2010

Estudiantina de Empedrado 1975

Una primavera setentista reúne todos los condimentos para una historia romántica en su sentido más amplio, desde el amor de dos jóvenes estudiantes a los ideales que poblaban las mentes de muchachos y muchachas de aquellos años; la música, la política, el sexo, el amor y la pasión de creer que el mundo podía ser un mejor lugar donde vivir.

Susana y Juan Emilio tenían 17 años y cursaban el último del secundario en la Escuela de Comercio, ambos más de una vez fueron cautivados por las aguas del Paraná que miraban a través de los ventanales del tradicional colegio ubicado sobre la avenida costanera, pero a Juan Emilio lo seducían otras cosas a parte de la majestuosidad del río.

“Ella era de cabellos negros, tes blanca y ojos oscuros”, la describe en su e-mail enviado a radiohistoriasdeamor@gmail.com; Juan Emilio se transporta a treinta y cinco años atrás, a un fin de semana donde todo podía pasar, donde todo era posible.

“Comenzó en una estudiantina del año 1975 en Empedrado. Íbamos hasta la Perla del Paraná todos los cursos en el tren, El Gran Capitán que iba a Buenos Aires pero tenía parada en Empedrado”, cuenta lleno de nostalgia.

La pequeña localidad se convertía en esos dos días, sábado y domingo, entre el 21 y 23 de septiembre, en la Meca de los estudiantes secundarios que por lo general cursaban los últimos años y en muchos casos, aprovechaban la fiesta como una especie de despedida.

También había algo de trasgresión, para muchas chicas y chicos era la primera vez que se alejaban de Corrientes, por ende de sus padres, por eso para ellos el mundo estaba al alcance de las manos. Y en muchos casos, el mundo estaba en sus manos, se sentían totalmente vivos, casi inmortales.

Juan Emilio continúa en la descripción de aquel fin de semana que fue un paréntesis en la vida adolescente: “Se hacia campamento por dos días generalmente y allí eran muy frecuentes las historias de amor entre estudiantes, algunas perduraron otras quizás no, pero lo lindo de aquella época es que esas historias hoy a veces las vemos hechas realidad”.

Sin embargo el caso de nuestro protagonista no fue así, la vida, la cruel y real vida le tenía preparada una curva muy cerrada, un giro que cambiaría para siempre la existencia de Juan Emilio y su enamorada, Susana.

Una vez abajo del ferrocarril que tras su parada en Empedrado y depositar a esa legión de adolescentes y sus exultantes hormonas, siguió camino a la Capital Federal, la muchachada buscó un lugar donde establecer el campamento, por lo general siempre debía estar cerca de la playa y en las alturas de las barrancas. Juan Emilio no le sacaba de encima la mirada a Susana y no le dejaba de hablar, sabía que tenía controlado el partido.

Así, el fin de semana de estudiantina pasó colmado de música, vino, cerveza, puchos y para los menos pudientes, gaseosa con picadillo y galletitas. Los grupos nacionales que se destacaban en la época eran Zafari, Trocha Angosta, La Joven Guardia. Lito Nebia y los Gatos, también Carlos Biso y Conexión Numero 5.

De Corrientes Capital el grupo musical The Dandy Boys y también Los Rebeldes cuyo vocalista en aquella oportunidad es el hoy Fiscal General, Cesar Sotelo, testigos de aquellas veladas a orillas del río afirman que (cantaba muy bien).

Tras ese fin de semana épico, Juan Emilio había trabado una buena amistad con su cortejada Susana, claro que el quería mucho más que una amistad: “La invité a salir –dice- ella era algo muy especial para mi y así compartimos diversos encuentros y bailes en algunos boliches de aquella época porque quien suscribe fue DJ de KAKOSI (por Mendoza entre Bolívar y Belgrano)”, un boliche de moda en aquellos tiempos del ’75, “mientras ponía música Susanita me hacía compañía en la cabina”

Y así fue como ambos protagonistas de nuestra historia de amor setentista empezaron un noviazgo intenso, pero como todo lo bueno dura poco, la relación giraría bruscamente para tener un abrupto final.

“Fuimos novios desde los 17 hasta los 20 años. El final fue porque fui convocado a Mar del Plata a prestar Servicio Militar en una base de la Fuerza Aérea. Cuando volví a Corrientes al año y medio siguiente, Susana ya estaba casada”, revela Juan Emilio en el epílogo de su relato.

A pesar de ese final mantiene un gran cariño por Susana, su amor adolescente de mediados de los ’70, ella se había portado como lo que es, una dama con todas las letras. “Ella me llamó para comentarme de su decisión que contraía enlace y ahí entendí, más el tiempo que transcurrió después, que fue mi primer Gran Amor”.

Hoy y tras casi cuatro décadas, Juan Emilio y Susana suelen cruzarse a menudo en las calles de Corrientes, se saludan a veces apurados por los avatares cotidianos, y cuando hay tiempo, “recordamos con cariño esos tiempos”, cuenta nuestro protagonista.

Ambos mantienen el estado civil de divorciados.-

viernes, 4 de junio de 2010

Aquel invierno del '89

Una gélida y gris tarde de invierno Gabriela entró casi corriendo a la recepción de Radio Mitre, pidió por Antonio y aguardo en la vereda de la legendaria emisora porteña, segundos después el periodista más desorbitado que sorprendido trataba de tranquilizarla mientras esquivaba restos de papeles que volaban por todos lados. Eran los poemas cuya musa estaba totalmente fuera de sí. El prefacio de que no hay nada peor que una mujer despechada y engañada, se acababa de cumplir.

“Todo empezó en 1989 cuando a través del hermano de una amiga lo conocí, en ese momento Antonio era movilero de Radio Mitre y yo trabajaba en una Multinacional, teníamos casi treinta años”, cuenta Gabriela en su e-mail enviado a radiohistoriasdeamor@gmail.com.

El país se debatía en plena caída libre del gobierno alfonsinista, entre desbandes sociales, saqueos a supermercados y un invierno que congelaba los huesos, nuestra muchacha en cuestión no pensaba en nada más que su cronista radical: “Me llamó la atención su bohemia y con el extra de un reciente divorcio encima”, siguió en el relato de su historia.

Tiempo después Gabriela sabría que terminaron siendo tres los divorcios del periodista que encajaba bien en el molde de hombre de prensa, desde su forma de hablar, la vida cotidiana que llevaba, de bar en bar, sin horarios estrictos y su gran pasión que se repartía entre noticias y mujeres. “Según me recordó el mismo tiempo después, aunque ya no me acuerdo bien cuándo fue que me confeso eso de los divorcios”, dice Gabi.

Entonces llegó el momento en aquellos convulsionados meses del ’89, la primera salida fue casi de película, bien a tono con la vida de Antonio, un cronista antihéroe que no dejaba títere con cabeza o bien, muñeca con pollera.
“Una noche con diez botellitas de whisky chiquititas marca Criadores conversamos toda la noche, nos empezamos a gustar y a partir de ahí me invita a bailar a un boliche de Recoleta Snob, que ya no existe mas, lo que más sonaba era Banana Pueyrredón, bailamos toda la noche pero todavía no había pasado nada”, aclara.

Y así fue, con el cantautor de los ’80 de fondo, Gabriela y Antonio iniciaron el acercamiento de planetas, el choque estaba cerca, el cronista era un viejo lobo de mar y sabía que poseerla a Gabriela era sólo cuestión de tiempo.
La velada se coronaría como un filme romántico estadounidense con todos sus clichés, en plena madrugada un endemoniado temporal arreció a la Capital Federal.


La parejita inició el periplo para regresar a casa y Antonio como todo caballero casanova acompañó a Gabriela, pero en medio de la tormenta había otro gran problema, el medio de movilidad en una Buenos Aires, helada, lluviosa y desierta: “Todavía no había pasado nada, llovía muy fuerte y no conseguíamos taxi para volver”, recuerda casi como si no hubiesen pasado veintiún años de que aquella mágica vez.
Como si a esta historia no le faltaran íconos porteños, nuestros amantes en ciernes tuvieron que conformarse con tomar un colectivo, un bondi, diría un arrabalero moderno

y Antonio y Gabriela se treparon a un 60.

Nuestra chica al cabo confiesa en su e-mail, “yo le dije que nunca salí con alguien que no tenga auto y menos volver en colectivo, pero evidentemente eso me gusto mucho”.
De esa forma Antonio demuestra una vez más que los pingos se ven en la cancha y que por lo general las minas lindas, las chicas materiales, tarde o temprano se terminan yendo con un pibe de barrio, porque en el barrio es donde está la mística, donde levantarse una mina es casi un arte. Y el cronista en los aciagos fines de los ’80 sabía que ésa era una fórmula imbatible.

Esquivando charcos y bamboleándose de un lado al otro dentro del 60, Gabriela clavo la mirada en los zapatos guido que con sus dos flequitos en el empeine, tipo mocasín, le habían llamado la atención toda la velada. Ella, ataviada con un pantalón a rayas, cintura alta, con zapatitos de gamaza haciendo juego en negro y mostaza.

Estaban cerca del edificio de Gabriela y el movilero de Mitre se aprontaba como cada vez que salía al aire para la mítica radio, para el era justamente algo natural, innato, culminar el cortejo de una mujer era como mantenerse durante horas al aire relatando una manifestación, un tiroteo o una entrevista a un político.

“Llegamos a la puerta del edificio donde vivía y me dio el primer beso”, Antonio tenía definido el partido, lo había jugado y liquidado como lo planeo, pero la dama saco fuerzas propias de una mujer: “Le dije que no pensara en quedarse a dormir porque hasta la tercera cita no te doy bolilla.”.

Más claro, echarle agua como el aguacero de aquella memorable tormenta en la ciudad de Buenos Aires. El noviazgo tras ese choque de labios en el portal de Gabriela, comenzó y también los poemas que Antonio entre bar y bar escribía, en sus eternas esperas para entrevistar a funcionarios o en los largos viajes en colectivo y taxi que hacía para cumplir su labor cotidiana en la radio.

Pero todo se eclipso: “Salimos varios meses hasta que me enteré que me era infiel con una periodista de la Radio donde el trabajaba. Yo empecé a sospechar porque de ir todos los días a mi casa se empezó a borrar. La identidad de ella la conocí veinte años después”, cuenta Gabriela casi en el último párrafo de su misiva para esta sección.

El final llegó con esa gélida tarde invernal y ella rompiéndole en la cara los poemas de Antonio, sobre la acera de Radio Mitre.

Hace unos meses atrás vía la red social FACEBOOK y tras 21 años volvieron a cruzarse, el cronista además de tener más años, más kilos y menos cabello, acumula una importante lista de derrotas sentimentales. “Hay una posibilidad de volver a vernos”, advierte en tono esperanzador Gabriela para después despedirse en su epístola electrónica.

P/D: Tras la ruptura amorosa en el invierno del ’89 Gabriela regresó a Corrientes para trabajar y quedarse definitivamente en el seno de su familia natal.

sábado, 29 de mayo de 2010

El amor existe y está en la Net

Cristina conoció a Pablo por medio de un foro muy popular, al menos hasta hace algunos añas atrás dicho lugar de encuentros virtuales generaba estragos y tenía muchos usuarios.

Chat Chaco-Corrientes, se llamaba donde chicos y chicas, incluyendo algunos del mismo sexo y con hormonas efervescentes, se internaban en las profundidades de las calles virtuales e indagaban sobre gustos y vida de sus prójimos.

Así las cosas, a Cristina le llamo la atención el nick de Pablo, “psicópata”, un joven metalero de ley que andaba por la vida escuchando cosas de Pantera Negra, Metálica y Sepultura, ataviado con ropa negra y desdichado con la existencia humana, por su propia condición de muchacho metálico pero además porque llevaba una herida de amor.

Nuestra protagonista bajo el seudónimo de su nick, “dulzura guión bajo corrientes”, logró llamar la atención de Pablo que apostado en un cyber, se acomodó los mechones largos de cabello un poco secos por la falta de buen trato, como lo ordena la condición de metalero, inicio una charla con Cristina que enseguida cautivó a los dos protagonistas.

Del foro interprovincial rápidamente pasaron al Chat privado de ambos, allí las cosas cada vez se ponían más de punta, en sentido literal y figurado, sin embargo Cristina mantenía en el más recóndito de los secretos su identidad, sobre todo la física ya que Pablo quería conocerla de cuerpo completo al cabo de un mes de largas conversaciones virtuales.

“El me contaba que se estaba recuperando de su ex novia, que la quería y hacia muchas cosas por ella, pero que lo abandono por otro. Pasaron unos días y me confesó que yo le gustaba y a mí también el me atraía; lo empecé a querer mucho y el siempre decía que no me quería lastimar y que teníamos que ir despacio y le conteste que no había problema y que siguiéramos en contacto por Chat”, cuenta Cris en el e- mail enviado a radiohistoriasdeamor@gmail.com.

Pero la muchacha en cuestión mantenía sus reservas, llena de miedo temiendo no colmar las expectativas de su cortejante, a pesar de todas esas cuestiones las conversaciones seguían a lo largo de noches y días, las horas pasaban volando cuando Cristina y Pablo se entregaban al amor con máquinas de por medio.

Al cabo de un mes de haberse conocido, finalmente Pablo logró citarla a Cristina en Corrientes, un lugar típico de enamorados donde el corazón más reacio puede ablandarse contemplando las mansas aguas del Río Paraná y allí se puede decir que empezó la historia de nuestros protagonistas.

“El me quería conocer en persona y le decía que no podía, siempre le daba excusas con mi trabajo que no podía pero tanto insistió que el 1º de octubre, un día domingo de 2007, me invito a tomar mate en la costanera a las seis de la tarde y le di la oportunidad. Tenía medio de no ser de su agrado, cuando llegue el me estaba esperando, nos presentamos y comenzamos a charlar y conocernos más. No lo podía creer, teníamos muchas cosas en común tanto en la música, en lo que pensamos y en las experiencias de vida que tuvimos en el pasado, tanto charlamos que tomamos unos cuatro termos de mate, había mucha química”, así relata Cristina el inicio de la relación


Pablo luego inició la rutina del noviazgo yéndola a buscar al trabajo, acompañándola a la casa y llevándole regalos, siempre le decía que el también tenía miedo de lastimarla o bien de salir él en esas condiciones ya que fue abandonado por una novia anterior a Cristina, pero los temores quedaron de lado aquella tarde primaveral y desde entonces están juntos, viven bajo el mismo techo.

Esta historia tiene final feliz comiendo perdices. Bien por ellos.-

P/D: Tras escuchar la historia en la radio (Total FM 104,1 sólo los viernes pasadas las 11:30), Pablo aclaró dos cosas: un día antes de conocerla a Cristina se cortó el cabello y actualmente sigue siendo “metalero”.-

viernes, 21 de mayo de 2010

Amores históricos en el Bicentenario


En nuestra historia también hubo amores furtivos, prohibidos y fueron muy pocos los que tuvieron finales felices, por lo general nuestros héroes de antaño tenían los mismos problemas que cualquier mortal.
Enamorarse de la mujer equivocada, llorar por amor, mujeriegos por naturaleza y esposas no muy decorosas, casamientos interesados y lo que era una aceptación social, hombres muy grandes casi entrados en la vejez, casados con niñas apenas llegadas a la adolescencia.

Daniel Balmaceda es periodista y escritor especializado en mostrar la parte más íntima y humana de los próceres argentinos, así lo refleja en varios de sus libros publicados durante los últimos años, mira a la historia con una lupa diferente a la de cualquier historiador y no juzga a los protagonistas.

“En el caso puntual de San Martín se lo asoció con varias mujeres de los países que él mismo libertó como ser Perú o Chile”, dijo en la entrevista de este viernes 21 de mayo concedida a “Historias de amor en la radio (FM TOTAL 104,1 mhz)”, aclaró sin embargo que “no era un mujeriego” pero de que le iba bien con el sexo opuesto de eso no hay duda.

Es más, los granaderos a caballo eran los más mirados en aquellas épocas pos Revolución de Mayo, tertulias donde iban los jinetes recogían suspiros del público femenino: “En realidad la gente de granaderos eran muy atractivos porque tenían unos uniformes nunca antes vistos, tenían uniformes espléndidos y creo que ese uniforme fue diseñado por el propio San Martín, eran hombres de una actitud muy gallarda”, explicó el autor de Historias de Corceles y Aceros, su último libro a la venta desde marzo pasado.

De hecho, el grupo elite de húsares además de haber sido ideado por el Libertador, él mismo los seleccionó y los entrenó personalmente hasta convertirlos en verdaderos guerreros, fue la primera caballería de esta parte del continente en convertirse en una perfecta máquina de guerra.

Corpulentos, de buen porte y en su mayoría con estaturas que oscilaban el metro ochenta y los dos metros, “solían ser hombres muy atractivos” y “por supuesto San Martín también tenía esas maneras”.

Balmaceda no aseguró que el gran capitán o que existan documentos que así lo afirmen, haya mantenido relaciones con mujeres durante su matrimonio con Remedios de Escalada, pero admitió que “es curioso porque en Chile sí algunos compañeros de San Martín han manifestado en sus memorias y han escrito acerca de alguna relación que haya tenido en el país trasandino y un par mas en Perú. No pasaron desapercibidas (sus maneras) entre la gente que lo frecuentaba a San Martín en aquel tiempo”.

Otro que las tenía de buen azar con las damas era Manuel Belgrano, un hombre absolutamente obsesionado con la pulcritud y su aspecto, cosas que en el 1800 no eran habituales en un caballero.
“Era quizás uno de los pocos que usaba perfumes traídos de sus viajes por Europa y siempre estaba pulcro lo que gustaba mucho a las mujeres”, contó el escritor y periodista para agregar un dato más a la personalidad de Don Manuel; “hubo hasta una mujer que lo siguió desde Europa a Buenos Aires por su aspecto muy atractivo pero cuando ella llegó Belgrano ya no estaba porque había partido con el Ejército del Norte”

Así, quitando el mito de las inclinaciones sexuales del creador de la enseña patria, Balmaceda también agregó que una hija de Belgrano (concebida con Asunción Ezcurra la hermana de Encarnación -esposa de Juan Manuel de Rosas-) terminó siendo criada y protegida por el llamado Restaurador de las Leyes.
La creencia sobre posibles inclinaciones homosexuales del prócer, radica desde aquellos tiempos en la chillona voz que tenía y en no haber alcanzado éxitos en su faceta militar.

Y hablando de homosexualidad “no creo que exista una referencia acerca de la condición sexual de los próceres que conocemos”, sostuvo Balmaceda para referirse a la época en que nacía el primer gobierno patrio, sin embargo agregó que lo “que sí podría ocurrir es de algunos casos que se detectaban en la sociedad porteña, rápidamente buscaban la forma de sacárselo de encima”.
Aquellos que eran descubiertos padecían una especie de exilio obligatorio muy parecido a una deportación: “Muchos fueron enviados a las Islas Malvinas, era como una especie de deportación y era la actitud que tenían frente a esa gente porque no entendían cómo manejarse ante ellos”.

Por último habló de por qué se dedicó a escribir libros sobre anécdotas históricas que envuelven a los máximos próceres de nuestro país, su última obra (Historias de Corceles y Aceros), justamente está ambientada en la Revolución de Mayo, en esa época. “Siendo tan humanos como nosotros hicieron cosas que son mucho más admirables porque justamente no eran Superman, a mi me parece que el revisionismo a veces cae en un pecado tan grande que es ponerse a juzgar a los próceres cuando no tenemos ni la talla ni la altura para juzgarlos, menos conocer cuáles eran los valores y entenderlos cómo eran hace 200 años, muy diferentes a los nuestros”.

En ese sentido dijo sentir “una necesidad de revisar un poco la historia desde un costado mucho más humano y eso tiene que ver con sentir una mayor identificación con aquellos hombres a través de situaciones un poco más comunes a nuestra vida cotidiana, y de esa manera sentirnos más cerca de ellos”.
Consideró que sus libros son “complementos” de los textos históricos que todos conocemos desde la escuela primaria y secundaria, “tal vez haya libros donde se hace más relevante fijar fechas y estrategias de combate o una cadena de hechos y me parece que libros como Historias de Corceles y de Aceros buscan complementar aquellas pinturas para darle un colorido más completo y poder sacarlo de una sola dimensión y es la forma de darle un poco más de vida”.

A Daniel Balmaceda, muchas GRACIAS.-

radiohistoriasdeamor@gmail.com

viernes, 14 de mayo de 2010

Amor Infantil: Capítulo uno

Cuando Mónica tomó el celular que había quedado por olvido en el coche, no hizo más que confirmar lo que sospechaba y lo que alguna que otra vez sus amigas les dejaban entrever, allí la historia de amor moría, tras languidecer un tiempo considerable como si fuera un enfermo terminal.

Todo en realidad había comenzado como una historia de hadas cuyo príncipe azul se convertiría en sapo al final de la misma o bien, un villano de aquellos tiempos del Mago de OZ, ella tenía 13 años y él 16, cuando lo vio por primera vez en el Club San Martín supo que ese muchacho sería de ella y que eso no era otra cosa que amor. Un amor puro como sólo existe en la más pura ficción.

Nuestra protagonista si bien no aclara o da detalles exactos del inicio de su amorío, tampoco revela la identidad del susodicho, ni siquiera nombre de pila, sobre la relación en esa etapa al menos para ella –de infancia preadolescencia-, dice: “A comienzos de mis 13 años me enamoré perdidamente de un chico en la Colonia de Vacaciones del Club San Martín”.

Pasó poco tiempo y los adolescentes formalizaron el idilio, “éramos amigos y fuimos noviecitos, yo lo amé desde ese momento pero parece que él no…jajaja”, escribe una sonrisa irónica Mónica en su e-mail enviado a radiohistoriasdeamor@gmail.com.

Y estaba en lo cierto, quizás no supo si en aquel entonces el muchacho la amaba o no, pero tuvo que averiguarlo más de dos décadas después, sí, tras 22 años volvieron a verses las caras pero en otro club, en otros cuerpos que ya denunciaban el paso de la adolescencia y la consolidación de la adultez y también los fracasos y derrotas que cada uno cargaba en las alforjas de sus respectivas vidas.

“El rápidamente había cambiado de novia”, relata Mónica en la última parte del noviazgo de aquellos años en el Club San Martín, sin embargo aclara: “Después lo seguí viendo, seguí observando su vida en silencio porque él siempre fue mi amor”.
Y a pesar de esa declaración de eterno amor y en este caso inconcluso porque sólo fue una llovizna en ese verano de la Colonia de Vacaciones en el Club San Martín, lo mejor estaba por venir para Móni.

Ambos se habían casado y tuvieron sus respectivas familias, pero amigos, como dice aquella vieja canción de Moris, “EL AMOR ES MÁS FUERTE” o lo es ¿el capricho camuflado de amor?. Eso no lo sabemos y al menos hoy, no lo averiguaremos.
“Después de 22 años de no vernos por diferentes circunstancias de la vida nos reencontrados hace dos en un club muy conocido, lo saludé y el me saludó y nos pusimos a contar cosas de nuestras vidas y ahí me enteré que estaba separado hacía 6 años”, cuenta Mónica.

Y como dice un viejo refrán, EL DIABLO METIÓ LA COLA en estos tortolitos que con los años guardaron en un rincón de su ser, aquellas ganas acumuladas en una adolescencia, deseos que nunca fueron arrojados al cesto de basura del olvido. “Nos dimos los números de celular como amigos que fuimos y comenzamos a conversar por Chat y por celular de nuestras vidas pasadas, y así él fue entrando a mi vida sin darme cuenta mi amor empezó nuevamente aflorar”.

Acá viene el núcleo de este cuento cuando Mónica rompe con una relación que tenía en ese momento, es decir, la chica se lanza a la mar como un naufrago a bordo de una rudimentaria balsa sin saber si llegará a salvo a puerto, pero eso no importa, porque nuestra protagonista estaba realmente enamorada y había tomado la decisión de navegar a ciegas en aguas que podrían ser peligrosas.

“Me separé para vivir este amor, tan lindo e inocente, puro que había crecido día a día. Estuvimos juntos un año y medio y viví lo mejor de mi vida porque era amor verdadero, sólo había un problema –dice nuestra muchacha- ése hombre que amé ya no era un niño”.

Mónica al cabo de esos dieciocho meses de amor empezó a ver que se metía en una feroz tormenta y su balsa rudimentaria hacía agua por todos lados. “Cuando lo conocí ya era un hombre que no media ni tenia escrúpulos, porque hacia a las mujeres lo que me hizo a mi, las ilusionaba, las enamoraba, mientras que el andaba, con dos o más a la vez. Por suerte Dios me demostró lo que era él”.

El fin estaba cerca para la protagonista de este amor infantil que rompió las barreras de los años, Moni con la ayuda del más poderoso (Dios) develó el misterio que la aquejaba. “Un día dejó su celular en mi auto y ahí salió todo a la luz”, cuenta y afirma segura que esa casualidad fue divina, ayudada por la santa providencia.

Al encontrar los mensajes de la otra, nunca supo si era su ex esposa o una nueva conquista, puso al descubierto sin embargo la trama de una doble cara por parte del muchacho. “Me comunique con la novia, señora o lo que era en ese momento y me contó que era su chica, el mismo tiempo, el mismo año en que yo empecé mi historia con él. Estuvimos un año y medio y con la otra también, la misma fecha o sea tenia dos mujeres y ahí la historia terminó. Colorín colorado, este hombre esta acabado y olvidado”.

viernes, 30 de abril de 2010

Presentación de "Historias de amor en la radio"

Una estridente y aguda bocina de barco marca el adiós y el trunco amor de una pareja, él a bordo del buque y ella con una mano agitada y con la otra sosteniendo el pañuelo lleno de lágrimas para despedir a su amado.

Las eternas despedidas en los andenes de ferrocarril y plataformas de Terminal, las escalinatas mecánicas de escaleras aeroportuarias que llevan valijas y deseos inconclusos al otro lado del mundo.

Dos hermanos separados por el querer de una mujer, dos hermanas engañadas por el mismo amor de un hombre; padres e hijos que desconocen la existencia terrenal de ambos.

El amor de madre, el más puro quizás de todos. Y el amor sobre la muerte que persiste a pesar de los años o lo que es más fuerte aún, se resiste a resignarse a que todo acabó. El amor adolescente que termina en embarazo no deseado y el furtivo amor de los amantes, los que se niegan a olvidarse y alejarse por más que lo intenten una y otra vez.

El crimen pasional cometido por el alocado amor ciego que pierde los estribos y la cordura hasta llegar al homicidio en todas sus facetas del código penal, premeditado, no premeditado, con emoción violenta y etcétera.

Porque el amor es el gran motor de los mortales.... pensamos que sería interesante poder contar las historias de amor, las nuestras, las que podemos encontrar a cada momento, desde la calle, el colectivo, el remis, la oficina, el kiosco y hasta en la cárcel.

En cualquier lugar donde pueda estar un humano hay amor; de cualquier tipo. Incluso aquellos amores que despierten las peores miserias del hombre como ser la envidia, los celos, la indiferencia y hasta el odio.

La idea es que ustedes, oyentes, envíen a este correo electrónico radiohistoriasdeamor@gmail.com sus historias o relatos, nosotros las leemos en el bloque “Historias de Amor en la radio” del programa "La vida sigue igual", emisión que éstará al aire desde el 10 de mayo próximo en FM TOTAL 104,1 mhz (09:00 a 12:00) y hasta se pueden llevar algún que otro premio.

Lo importante es que las historias sean reales y siempre tengan como eje central al amor, con todos los matices anteriormente mencionados. Incluso, y en el especial, aquellas historias que no posean finales felices.-