viernes, 6 de agosto de 2010

La verdad sobre las sospechas siempre llega

Al saltar la ventana del frente que daba hacia la avenida Del Maestro no pensó ni por un instante que lo que estaba cometiendo no era una locura de enamorado despechado, sino un delito, violación de propiedad privada, al menos no se llevo nada de Hilda. Sí con mucha dedicación se encargó de no dejarle prenda alguna sana, todas y cada una quedaron reducidas a hilachas.

“Siempre fue muy celoso a pesar de que el me engañaba constantemente, hasta con una amiga mía tuvo algo y mucho después de que cortamos me enteré que la encaró a mi prima también”, se anima a contar la chica varios años después de aquella mañana cuando regresó a su casa y al ver reventada la cerradura de la ventana, pensó que eran ladrones.

Pero no, era Alfredo que a plena luz del día y tras varias semanas de no saber nada de el, después de haber tenido una fuerte discusión donde las manos no sobraron, supo que lo de la ventana no era labor de los cacos: “Mi mamá se puso como loca, encima que nunca lo quiso cuando entramos y vimos toda mi ropa desparramada por toda la casa y en la pieza un desastre, mientras yo lloraba mi vieja llamaba a la policía, yo no sabía si pararla o dejarla porque tenía mucha bronca por lo que hizo, no lo podía creer”, sigue en la semblanza Hilda.

Con ‘Alfred’, así lo llamaba ella, se habían cruzado miles de veces en el barrio 215 viviendas de las Mil y siempre las miradas insinuadoras iban y venían. “Yo trabajaba en una hamburguesería un par de veces a la semana y el apareció una noche a comprar”.

Así empezó todo, un poco más de dos años y la relación que siempre fue cuesta abajo por espasmódicos celos del muchacho, terminó como debía terminar. “La verdad que ahora me acuerdo y me da risa, pero en su momento fue todo un tema, ir a hacer la denuncia a la comisaría y que vengan los policías a mi casa me hizo sentir como un delincuente a mi, tenía mucha vergüenza”, dice Hilda.

En tanto, el despechado de Alfredo fue citado a la semana y tuvo que ir a declarar con un abogado en la dependencia policial, no pasó nada pero llevo el letrado por las dudas, Hilda sigue viviendo al igual que ‘Alfred’ en el mismo barrio; “de vez en cuando nos cruzamos, yo ya tengo dos chicos, una nena y un nene, estoy casada y bien, él creo que sigue en la misma. Levantándose minas por todos lados”, cuenta el presente.

Y suelta una revelación, “nunca se lo dije pero el estaba muy celoso de un muchacho que repartía soda por acá (el barrio) y la verdad que nunca se lo dije pero como pasó tanto tiempo ahora sí; estaba bien en lo cierto, yo tuve un toque con el vago”.

Hilda termina su carta a radiohistoriasdeamor@gmail.com pidiendo la canción “Loco tu forma de ser” de los Auténticos Decadentes y una risa a flor de escritura, jajaja.-

viernes, 30 de julio de 2010

Romances turbulentos de la historia Argentina

Tal vez no sea LA HISTORIA DE AMOR” que todos esperamos, pero lo que más me marcó de cuánto he leído sobre Mariano Moreno, fueron las cartas que su esposa le enviaba desde Buenos Aires, cuando él ya llevaba varios meses muerto. La devoción, las palabras simples pero que reflejan claramente cuánto lo amaba me resultan romantiquísimas, no encuentro otra palabra que mejor las caracterice.

La familia Moreno siempre tuvo dificultades económicas como para garantizar la educación de su hijo mayor, por lo que el aprendizaje de Mariano siempre fue tardío, agravado por una salud bastante precaria. No obstante, por su capacidad nata siempre puedo sobresalir entre los estudiantes y eso le valieron que pudiera entablar amistad con un profesor de Teología y sacerdote del Colegio San Carlos, el padre Cayetano Rodríguez, donde asistía en forma de oyente porque los padres no habían podido pagar los 100 pesos que se exigía para tomarlo pupilo, como solía ocurrir con los hijos de las principales familias de Buenos Aires.

La necesidad de progreso llevaba a que en el 1800 fuera común que muchos padres optaran por encaminar a su hijo hacia el sacerdocio, pero para eso también hacía falta dinero, y ese fue el camino que eligió Mariano para complacer a sus padres y para forjarse un futuro. No obstante, las dificultades económicas, fue Cayetano Rodríguez quien consiguió los fondos y finalmente a los 21 años partió a estudiar a la Universidad de Chuquisaca (actual Sucre, en Bolivia).

Fue allí, durante una misa a la que asistía, donde se cruzó con una jovencita proveniente de Charcas, “con cara de ángel, ojos saltones, morocha”1. Se llamaba María Guadalupe Cuenca y tenía 13 años de edad; era pupila de un colegio religioso donde se educaba, al igual que Moreno, para servir a Dios en forma exclusiva. Guadalupe estaba destinada por su madre a ser monja, dado que su padre había fallecido y no contaba con dinero ni bienes, y mucho menos una dote, como para hacer un buen casamiento.

Fue en ese momento que Mariano Moreno decidió dejar a un lado el sueño de sus padres, dedicarse a la abogacía y casarse con la joven. Al enterarse de esta noticias los padres mandaron a decirle a través de Cayetano Rodríguez que “si iba a ser abogado en vez de sacerdote, podía quedarse en el Alto Perú de por vida y no regresar”2. En tanto, Manuela Cuenca, madre de la novia, vio con desespero cómo su sueño de que Guadalupe tuviera una vida casta en el monasterio, se esfumaba. “Su niña no sólo abandonaba su destino, sino que pretendía casarse con un mocoso porteño que no tenía un centavo y que aún debía hacer el doctorado”3.

Finalmente intercedió el canónigo Terrazas, uno de los protectores de Moreno y amigo de Cayetano Rodríguez, el joven se recibe de Abogado el 23 de febrero de 1804 casi tres meses después los novios pudieron casarse en Chuquisaca el 20 de mayo. Un año después, en marzo de 1805 nace su único hijo Marianito.

Una causa judicial en la que Moreno defendió a indios contra sus patrones hizo tambalear las posibilidades profesionales y fue el detonante que aceleró la partida del matrimonio hacia Buenos Aires, donde finalmente se instalaron, y donde la vida del letrado comenzó a cambiar radicalmente.

Según comentan algunos historiadores a los Moreno no les entusiasmaban las tertulias y la actividad social. Los hechos de mayo de 1810 no lo tuvieron como protagonista. “No se lo escuchó como a Castelli en el famoso Cabildo del 22, ni anduvo por la plaza con los chisperos de French y Beruti. Su protagonismo comenzó el 25 de mayo de 1810, al asumir las Secretarías de Guerra y Gobierno de la Primera Junta. Desde allí desplegará toda su actividad revolucionaria”4.

Moreno encarnaba el ideario de los sectores que propiciaban algo más que un cambio administrativo. “Se proponían cambios económicos y sociales más profundos. Pensaba que la revolución debía controlarse desde Buenos Aires, porque el interior seguía en manos de los sectores más conservadores vinculados al poder anterior”5.

Fue justamente su posición respecto de la aplicación de la revolución lo que le valieron amenazas de muerte; dado que había decretado ejecuciones, había lanzado amenazas y hasta había ordenado persecuciones a los que se identificaban con los realistas. “Cuando la jornada de trabajo se extendía hasta muy tarde, Mariano Moreno se colocaba una sotana de fraile dominico, más dos pistolas en la cintura, y disfrazado regresaba a su casa, a cuatro cuadras del fuerte”6.

Fueron conocidas sus diferencias con Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta, y cuando éste último logró la incorporación de los diputados que representaban a las provincias y que tenían una posición más moderada, Moreno se vio obligado a salir del escenario principal. Según señalan, se le dio una salida digna mediante un decreto navideño, firmado el 25 de diciembre de 1810, donde se le indica que debía partir a Europa en misión diplomática, a fin de establecer los contactos que permitieron equipar al incipiente ejército nacional.

Así, el 22 de enero de 1811 parte junto a su hermano Manuel Moreno hacia Londres. Pero en el camino muere en alta mar y sus restos son arrojados al mar envueltos en una bandera inglesa.

Al poco tiempo de partir hacia su destino londinense, Guadalupe, que había recibido en una encomienda anónima un abanico de luto, un velo y un par de guantes negros, comenzó a escribirle decenas de cartas a su esposo.

En una de ellas le decía: "Moreno, si no te perjudicas, procura venirte lo más pronto que puedas o hacerme llevar porque sin vos no puedo vivir. No tengo gusto para nada de considerar que estés enfermo o triste sin tener tu mujer y tu hijo que te consuelen; ¿o quizás ya habrás encontrado alguna inglesa que ocupe mi lugar? No hagas eso Moreno, cuando te tiente alguna inglesa acuérdate que tienes una mujer fiel a quien ofendes después de Dios". La carta estaba fechada el 14 de marzo de 1811, y como las otras, nunca llegó a destino. Mariano Moreno había muerto hacía diez días, tras ingerir una sospechosa medicina suministrada por el capitán del barco.

Guadalupe le siguió escribiendo sus fogosas cartas7. “Mi amado Moreno de mi corazón: Me alegraré que lo pases bien en compañía de Manuel, nosotras quedamos buenas y nuestro Marianito un poco mejorado, gracias a Dios. Te escribí con fecha 10 o 11 de éste, pero con todo vuelvo a escribirte porque no tengo días más bien empleado que el día que paso escribiéndote y quisiera tener talento y expresiones para poderte decir cuánto siente mi corazón. Ay Moreno de mi vida, qué trabajo me cuesta vivir sin vos, todo lo que hago me parece mal hecho, hasta ahora mis pocas salidas se reducen a lo de tu madre. No he pagado visita ninguna, las gentes, la casa, todo me parece triste, no tengo gusto para nada, van a hacer tres meses que te fuiste pero ya me parecen tres años”.

“No ceso de encomendarte para que te conserven su Gracia y nos vuelva a unir cuanto antes porque ya vos me conocés que no soy gente sino estando a tu lado. Solo Dios sabe la impresión y pesadumbre tan grande que me ha causado tu separación, porque aún cuando me prevenías que pudiera ofrecérsete algún viaje, me parecía que nunca había de llegar este caso. Al principio me pareció un sueño y ahora me parece la misma muerte y la hubiera sufrido gustosa con tal de que no te vayas”.

“Ya te puedes hacer cargo cómo estaré sin saber de vos en tantos meses, que cada uno me parece un año, cada día te extraño más, todas las noches sueño con vos. Ah, mi querido Moreno, cuántas veces sueño que te tengo abrazado, pero luego me despierto y me hallo sola en mi triste cama, la riego con mis lágrimas, de verme sola, y que no sólo no te tengo a mi lado sino que no sé si te volveré a ver, y quién sabe si mientras esta ausencia, no nos moriremos alguno de los dos, pero en caso de que llegue la hora sea a mí Dios mío, y no a mi Moreno, pero Dios no lo permita que muramos sin volvernos a ver”.

Sin embargo, esa pesadilla tan temida ya había ocurrido mucho antes que ella las escribiera en sus cartas. Guadalupe tenía 21 años cuando quedó viuda. Se enteró de la trágica noticia varios meses después, cuando Saavedra lanzó su célebre frase: "Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego". Los boticarios de la época solían describir los síntomas producidos por la ingesta de arsénico como a un fuego que quema las entrañas8.

La joven viuda no regresó a Chuquisaca, se mantuvo de luto durante 43 años hasta que falleció en Buenos Aires.

P/D: Gracias a Mariela por haber enviado este texto en base a varios libros del historiador Daniel Balmaceda, entrevistado en 'historias de amor en la radio', días antes al 25 de mayo de 2010.-

http://radiohistoriasdeamor.blogspot.com/2010/05/amores-historicos-en-el-bicentenario.html